Templanza, sobre todo
24 de noviembre de 2007
Porque es lo que más necesitamos a nuestro alrededor. No siempre en él podemos ver las condiciones ideales para ejercerla, pero debemos mantenerla en nuestra cabeza.
Nos hará entender que el tiempo pasa a su debido tiempo, y que es él, y no otro, quien en su transcurrir dará una medida de las cosas, de los aconteceres.
Esperar a que amanezca un nuevo día y decir que ¡mañana será otro día! Es una opción, sí.
Dejar que llegue la noche y agradecerle su acogida, y la ocasión que nos da para encontrarnos con lo que hicimos las últimas horas desde el anterior amanecer. Es una opción, sí.
Y yo prefiero la llegada de la noche.
Me recuerda a los faros que desde lo alto del acantilado miran más allá de donde les da la vista; con la seguridad de que alguien está viéndoles y que, el solo hecho de encontrarse erguidos en la oscuridad, alumbra sobre los navegantes su única seguridad.
La seguridad de que, llegado el día, han podido vencer la tentación de hundirse en mitad de la mar o de estrellarse contra la costa a la que se dirigen, o la tentación de perder la templanza y olvidarse de mantener el rumbo que un día decidimos tomar.